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jueves, 19 de febrero de 2009

El SEÑOR PUEDE LIBERARLO

Mi amigo T. L. cayó de rodillas frente a un sagrario y comenzó a llorar abundantemente. En aquella solitaria capilla, alumbrada sólo por la débil luz que despedía la vela que siempre colocan junto a los sagrarios, acababa de producirse un milagro. Durante años, el corazón de T. L. había estado siendo atormentado por un sordo rencor, dirigido hacia las personas que lo habían torturado en la célebre cárcel de “La 40”, en tiempos de Trujillo. En ese momento, en esa capilla, el Señor acababa de sanarlo, concediéndole la capacidad y la potencia de perdonar. T. L. cuenta que lloró profusamente al sentirse liberado de ese martirizante peso que mantenía su mente ocupada constantemente en amargos planes de venganza. ¿No le parece a usted que eso fue un auténtico milagro? El hecho de que una persona pueda liberarse de un profundo odio como éste, sólo puede ser explicado mediante una intervención de Dios. Algo parecido pasa con otros sentimientos fuertes que nos esclavizan, condicionando toda nuestra existencia. La tristeza (que no es más que un dolor amamantado) puede arruinar la vida de una persona. Igual pasa con el miedo, el desaliento, la incomodidad, y otros estados de ánimo que hacen sufrir y esclavizan. Seguramente podrá usted añadir muchos otros ejemplos. ***** En el evangelio de hoy (Marcos 1, 40-45) aparece otro pobre esclavo siendo liberado. Se trata de un hombre que tenía gran necesidad de ayuda: era leproso. Ser leproso en aquella época, equivalía a ser un rechazado, un solitario, un paria. Y el hombre cae de rodillas, frente al Señor y le dice: “Si quieres, puedes limpiarme” Y el Señor responde: “Quiero, queda limpio”. “Enseguida se le quitó la lepra y quedó limpio” (Marcos 1, 41-45) Yo sé que usted cree en Dios, porque si no creyera en Dios, no estaría leyendo este articulo. Pero se me ocurre preguntarle: ¿cree usted que Jesucristo está vivo, aquí, y que usted puede acudir a Él tal como el leproso ayer y T. L. hoy? Para los que tenemos la enorme dicha de saber que el Señor está vivo hoy, la siguiente frase tiene un gran significado, puesto que somos testigos de su veracidad: “Vengan a mí todos los que se sientan cargados y angustiados, porque yo los aliviaré”. El leproso fue donde el Señor hace mucho. T. L. fue hace poco. Si usted cree que Él está vivo, puede acudir hoy. La pregunta de hoy Está claro que el Señor puede liberarme, pero ¿quiere liberarme...? Le voy a relatar algo, y luego usted dirá: Una madre dijo a un hijo que no corriera descalzo por el patio. El niño no hizo caso a la mamá, y mientras se divertía jugando se clavó una espina. Así que fue donde su mamá llorando. -“¿Qué te pasó mi hijo?” -“Que me clavé una espina”, dijo el niño amilanado. -“¿Estabas corriendo en el patio descalzo?”, pregunta la madre, (aunque ya ella sabía.) -“Perdóname mamá”, responde el niño, aceptando su desobediencia. Y agrega: “Me duele, mamá. ¡Ayúdame!” Ahora dígame: ¿querrá la madre ayudar a su hijo...? Y si una madre quiere ayudar a su hijo, ¿cómo no va a querer Dios ayudarlo a usted...? Él es quien dice: “¿Puede una madre olvidarse de su criatura...? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”. (Isaías, 49, 15) Así que Él sí quiere liberarlo. Todo lo que hace falta es que usted, consciente de sus problemas, vaya donde Él y le diga, “Señor, si quieres, puedes...”

viernes, 13 de febrero de 2009

LAS AUTORIDADES.

Mi amigo J.E. estaba haciendo unos trabajos de ingeniería en la región sur del país, razón por la cual había estado alejado de su esposa e hijos durante algún tiempo. Y entonces se presentó la ocasión. “Ingeniero -le dijo una muchacha muy atractiva, a quien conoció en una cena- yo he notado que usted está muy solo... ¿no le gustaría un poco de compañía esta noche...?”. J.E. vaciló un poco antes de responder, por lo que la muchacha insistió: “¿Qué le pasa, ingeniero? ¿Es que usted no tiene coraje...?”. “Si -contestó entonces J.E.-, lo que pasa es que mi coraje está comprometido...”. **************** ¿Cuál es la razón de haber compartido con usted este relato? ¿Qué relación tiene con el evangelio de hoy? (Marcos 1,21-28) En este evangelio aparece el Señor Jesús manifestando su autoridad sobre los poderes de este mundo que esclavizan a la gente. Aparece un hombre “poseído por un espíritu inmundo” (Marcos 1,23). El Señor le ordena: “¡Sal de él!”, y libera a aquel pobre hombre de la esclavitud a la que estaba sometido, devolviéndole la paz y la libertad. ¿Acaso hay personas hoy con la necesidad de ser liberadas de “espíritus inmundos” que los esclavizan? ¡Claro que sí! ¿Cuántos hombres no están dominados por el demonio de la lascivia? ¿Cuántos son capaces de reaccionar como lo hizo el Ing. J.E.? ¿Acaso un hombre que rechaza el ofrecimiento de una mujer atractiva no es tildado de ridículo, de falta de coraje y de masculinidad...? Pero J.E. declaró que su coraje estaba comprometido con un hombre llamado Jesucristo, que fue quien lo liberó. Pero hay muchos otros demonios dominando el mundo actual. El demonio de la soberbia del poder está poniendo a los hombres a matarse unos a otros de la manera más ilógica, inhumana, irracional. El hombre dominado por este demonio no puede perdonar y “sólo podrá producirse la paz cuando haya perdón y justicia”, dijo Juan Pablo II. ¿Y qué cree usted del demonio de la necesidad de ser importante? Los esclavizados por éste no pueden sentirse bien si no se los halaga, si no los elogian. Si los contradicen, se encabritan. Si los ignoran, enloquecen. Si nadie los felicita, se quieren morir. Son capaces de cualquier cosa con tal de llamar la atención y provocar admiración y reconocimiento. ¿Acaso no es esta una esclavitud ridículamente terrible...? ¿Y qué cree usted del demonio del miedo...? La pregunta de hoy ¿Puede Jesucristo liberarme del miedo? El miedo, disfrazado de tristeza, desaliento, depresión, y otros muchos nombres, es uno de los grandes enemigos de nuestra felicidad, y, por ende, de Jesucristo el Señor. Ante su autoridad, el miedo se resiste, tiembla y se desvanece. Si usted y yo dejamos que su Palabra, y sobre todo su Persona adquiera autoridad sobre nuestro corazón y nuestra vida, experimentaremos que efectivamente su autoridad nos hace libre, y una persona sólo puede vivir de acuerdo con su propia dignidad, cuando encuentra la verdadera libertad en la autoridad Jesucristo.